Este asustador está muy arraigado en el noroeste argentino y en Santiago del Estero. Dicen por allá que es una cabeza humana sin cuerpo que anda flotando a ras del piso por los caminos solitarios, o aparece en taperas (ranchos abandonados). Tiene una larga y desprolija cabellera, ojos desorbitados, dientes desparejos y salientes. Cuando se desplaza emite un llanto lastimero. Se cree que se acerca a los caminantes, no para agredirlos, sino para pedirles ayuda, que consiste en elevar oraciones a fin de lograr la redención, y descansar en paz. Nadie ha contado el motivo del horrendo sufrimiento, aunque sí se acepta que pena por un castigo. Por supuesto, no consigue su objetivo, porque el terror que despierta la cara desencajada y los horrendos gritos que emite, espanta a los caminantes.
Si algún hombre vence el miedo y la pelea, debe hacerlo durante toda la noche. Nadie ha conseguido vencerla. Afirman los paisanos que en todos los casos, al llegar la madrugada se convierte en un toro o ternero, y allí le cuenta el motivo de su sufrimiento. El mortal que escucha la confesión se vuelve mudo, y de esa manera se conserva el secreto para siempre.
También creen los norteños que si alguien se anima a soportar el asco y miedo que produce el rostro desencajado, será amigo de la Umita. En ese trance, ella lo acompañará en su camino haciendo de guía, protegiéndolo de los malos espíritus y de los peligros que acechan al caminante.
La constante migración interna que se produce en nuestro país, difundió esta creencia allí donde se radican los provincianos. Es decir que la presencia de la Umita se comenta en una superficie muy amplia que podemos medir desde el Río colorado en el sur, hasta la Quiaca en el norte, aunque sin el predicamento del noroeste o Santiago del Estero.
Según una recopilación de Wenceslao Sierra Arbayza, en el Perú, la Uma o Quequi es una mujer joven, que sale a pasear con la cabeza separada de su cuerpo. La bruja se divide en dos: la cabeza voladora, donde se concentra toda su vida, y el cuerpo, que permanece inerte mientras dura el hechizo, pero mantiene una vida latente que se manifiesta en el burbujeo que hace la sangre en el cuello. Sus salidas son siempre de noche, para algunos las noches de luna llena, para otros algunos días especiales (viernes, martes, jueves).
Su grito más frecuente es waq... waq..., parecido al pato. Come excrementos humanos que confunde con manzanas. Tiene los cabellos largos y enredados. Normalmente en sus salidas encuentra a un hombre solo, comenzando un verdadero combate en el que cada cual utiliza los puntos débiles del contendor para obtener ventaja. El hombre puede atacar a la cabeza o al cuerpo, que están separados. Si ataca el cuerpo inerte de la bruja (que entonces no se puede defender) lo podrá matar poniéndole sal o cenizas en el cuello, donde la sangre hierve. Si la bruja logra pasar por entre las piernas del hombre, lo mata.
Si la bruja constata que ya no puede pegarse a su propio cuerpo (porque su cuello tiene ceniza), vuelve al ataque buscando prenderse del hombro del hombre, apropiándose así de su cuerpo, que tendrá en adelante dos cabezas. Contra la Uma en vuelo el hombre tiene un arma fundamental: las espinas, con las cuales se recubre los hombros y la entrepierna para protegerse, o que utiliza como arma para atrapar la cabeza. Existe también la posibilidad de esconderse o escapar, pero entonces la cabeza tiene las posibilidades de ganar, porque es muy rápida y tiene buen olfato.
Quien soporte su presencia también puede obtener riquezas prometiendo a la Uma liberarla. Ella conoce los sitios donde se esconden los tesoros minerales de la tierra, de los cuales es dueña y los puede regalar. Ella pertenece a esta vida, es una mujer mala, castigada por Dios de esa manera.
En mis recopilaciones escuché historias de la Umita en Las Breñas, tanto en la ciudad como en la zona boscosa del norte, donde hay una importante comunidad de santiagueños que migraron espontáneamente, para radicarse como ganaderos.
miércoles, 19 de mayo de 2010
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