Leyendas costarricenses tradicionales, toman vida en los labios de un campesino costarricense.
Me encontré a don Indalecio con sus 88 anos de edad descansando en el frente de su casa en Bejuco, Nandayure, Guanacaste.
Luís Diego – Por favor don Indalecio, ¡cuénteme su famosa historia!
¡Bueno! ¡Ahí le va! Sucedió que hacia mucho que no llovía por aquí, los animales enflaquecían, las cosechas se perdían, empezaba a sentirse el hambre en Guanacaste, además de otras calamidades.
Recuerdo que allá por 1928, cuando yo Indalecio tenia 8 anos de edad, me fui un día por el monte esperando cazar algún animal! pasaron las horas sin encontrar nada, se fue poniendo obscuro, y me asuste mucho, me llegaba el ruido del agua en las piedras de la quebrada y por eso supe que me había retirado bastante.
A mi me habían dicho mis papas que el monte de noche estaba embrujado.
De repente vi. venir como bultos y luego pude ver que eran brujas que brincaban, y que tenían la cara horriblemente pintada y trenzas como de crines de caballo, me puse a sudar frío y las piernas me temblaban, me escondí en un hueco que hacían las raíces de un árbol, donde apenitas cabía, y pude escuchar como una letanía, en medio del coro nocturno de voces de animales.
“Aquí en Guanacaste no llueve por un maleficio, si le rezan a la Virgen de la Yegüita, se deshace eso”,
“Aquí en Guanacaste no llueve por un maleficio, si le rezan a la Virgen de la Yegüita se deshace eso”,
“Aquí en Guanacaste no llueve, por un maleficio si le rezan a la Virgen de la Yegüita se deshace eso”,
Tan pronto se marcharon las brujas salí del escondite y corrí despavorido hacia Bejuco a informar.
No se quedo nadie sin venir y le rezamos todos a La Virgen de la Yegüita con una gran devoción, milagrosamente llovió tanto que hasta se desbordaron los ríos.
Yo el niño Indalecio me convertí en el consentido. Esto ocasionó que se enojara mi hermano mayor Celin, que era muy envidioso, y me dijo:
“Indalecio me voy para el monte a ver que dicen las brujas, tenes que enseñarme adonde te escondiste, la otra vez”
Le mostré el lugar y me fui, Celin se escondió, hasta que llego la noche. Con tan mala suerte que se durmió y empezó a roncar; las brujas lo encontraron y confundiéndolo conmigo le dieron una leñateada por soplón.
Al día siguiente Celin, asustado y muy adolorido, con una tremenda calentura que le duro 2 días, no podía hablar, el sonido de su voz no le salía. Al tercer día, salio muy temprano para Tilaran. Se fue a vivir con mi tío Saúl, y nunca regreso.
Agosto de 2008
Entrevista a: don Indalecio (Chino) Villavicencio Sotomayor (sigue)
Bejuco, Nandayure, Guanacaste.
Por: Luís Diego Castro Gutiérrez
Nos encontramos en la residencia de don Indalecio (Chino) y de dona Juanita, quienes muy amablemente me han recibido con café y empanaditas de queso (muy buenas).
Luís Diego- ¿Como eran esos tiempos don Indalecio?
Yo nací en Tilaran en 1920, y mis padres me trajeron para Bejuco. En aquellos tiempos antes de la sequía, llovía mucho en Guanacaste, era muy bueno para la siembra, había buenas cosechas y teníamos muchos animales, la gente enterraba el dinero porque no lo gastaba, ¿en que se iba a gastar? En vestirse. La ropa era tan barata.
Y no había caminos! ni puentes, ni automóviles, ni teníamos electricidad! durábamos semanas a veces para sacar nuestros productos de la finca! como fuera, a pie, a caballo o con bueyes.
Luís Diego – ¿Como era su papa?
Mi papa que se llamaba Indalecio al igual que yo, trabajo muy duro botando montaña.
También me contó que había gente que se moría sin decirle a nadie adonde habían enterrado el dinero, que consistían a veces de monedas de oro y plata! sus almas no descansaban y los espíritus se presentaban como luces, una noche vimos pasar por el aire como un tizón, papa me explico que era una bruja, otras veces veíamos luces en el cementerio.
Mi papa bebía mucho guaro! un día venia muy tomado, a caballo, cruzando el río y de repente! oyó un quejido largo! seguido del llanto desgarrador de una mujer que se le apareció vestida de blanco, con el pelo largo suelto, se volteaba como viéndolo, pero no se le veía una cara, la yegua se asusto tanto como el! y relincho! pero no se detuvo! el rezo sin parar, hasta llegar a la casa! y no volvió a tomar guaro nunca mas!
Luís Diego – ¿Conoció a sus abuelitos?
Mis abuelitos Lucario y Gabina, que ya estaban viejitos, contaban que cuando ellos eran niños también habían espíritus y brujas y que salían del monte y de los manglares para ir por caminos solitarios a hacer brujería y para asustar, a veces se convertían en chompipes o otros animales.
Estos viejitos, como me metían miedo con sus historias aterradoras y en las noches, la poca luz en la casa venia de una canfinera, a veces no me podía dormir, cuando ladraban los perros o el viento traía los lamentos de la llorona. También nos asustaba el ruido de los corrales donde las bestias relinchaban, mezclándose con gritos de animales de monte, que salían a arañar y a caminar por el techo de zinc.
Yo sentía que las brujas y las almas en pena estaban siempre en la obscuridad buscando la manera de de entrar en nuestra humilde casa cuando todos dormíamos.
Mi abuelita Gabina nos contó que a ella la agarro un día la llorona, porque desobedeció a su mama, ella se fue al río donde se quito los zapatos y metió los pies en el agua, en lugar de irse a hacer un mandado, y de repente una mujer vestida de blanco le agarro las piernas y la jaló, se le pudo escapar, y corrió descalza sin parar hasta que llego a la casa, todavía oyendo a lo lejos los lloriqueos de la llorona que se confundían con el ruido del río y voces de animales, su mama (mi bisabuela) no le creyó su historia y la castigo duramente, por no hacerle el mandado y por perder los zapatos.
Luís Diego – ¿No le parece mucha casualidad, que a dos miembros de su familia, a su papa y a su abuelita se les apareció la llorona?
No, que va, ¡por aquí se le ha aparecido a un montón más! lo que pasa es que como siempre le sale al que anda haciendo algo malo, nadie quiere decir nada.
Por que cree usted que ya por aquí casi nadie se emborracha o trasnocha, y por que cree usted que nos ha dado la rezadera. No nos ve, casi todos somos pandereteros.
Usted no se imagina, pero la llorona le ha salido a más de uno.
Las brujas se pueden transformar en cosas, en tizones, cualquier clase de animal, duendes, la llorona, la mona, la zegua, el cadejos, la carreta sin bueyes, ¡hasta en el mismo diablo!
Sabia usted que hay dos clases de cadejos, el cadejos negro, que es malo y que busca hacernos daño y el cadejos blanco que es bueno y protege a los caminantes.
Luís Diego – Ahora si que me entró el miedo a mí también, dígame don Indalecio como le hago para protegerme yo de las brujas, ¿especialmente de la llorona?
Le recomiendo poner cruces de palma bendita en las puertas y en las ventanas para no dejar entrar a las brujas. Las oraciones también, son muy buenas.
Dicen que la sal y el limón las ahuyenta, pero por si acaso, pero para estar más protegido yo le sugiero que tenga siempre a mano un garrote.
También mi mamá que se llamaba Juana, como mi esposa, me dijo que las brujas no se meten para nada con los Juanes ni con las Juanas.
Pero si alguna vez lo ha mordido un perro, no se preocupe las brujas no te harán nada, no me pregunte porque.
Así informados y mas tranquilos, (a mi me mordió un perro), me despedí de don Indalecio (Chino) Villavicencio Sotomayor y de su amable esposa dona Juanita, prometiendo regresar. Ellos son personas muy apreciadas en esta comunidad de Bejuco, Cantón de Nandayure, Guanacaste.
Luís Diego Castro G., Agosto de 2008
Fuente: http://www.guiascostarica.com/mitos/costarica.htm
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