El Balneario de San José del Lago, se encuentra enclavado en el poblado de Mayajigua, municipio de Yaguajay al norte de la Provincia de Las Villas, a unos 60 Km. de Caibarién y a 110 kms de Morón. Allá por el año de 1876 durante la guerra Independentista cubana, se libra una cruenta batalla entre mambises y españoles en la zona de Abras Grandes, muy cerca del poblado de Mayajigua. Un joven mambí: Enrique Rodríguez Pérez, sobrevive al combate, y herido, se interna en la manigua.
Permanece escondido curando de sus lesiones, y sobreviviendo a base de una dieta de frutas y hierbas. Al sentirse mejor, comienza a cazar, y en una de sus cacerías, cae en una hondonada del terreno y se fractura gravemente una pierna. Arrastrándose, llega hasta su refugio, se entablilla la pierna lo mejor que puede, y permanece inmóvil.
La situación era de vida o muerte, echa mano de todo lo que encuentra a su alrededor, y poco a poco va ingiriendo sus zapatos, la vaina de cuero de su machete, y sobrevive a la deshidratación tomando su orina. Durante tres años sufre fuertes dolores, y se desplaza de rodillas de un lado a otro. A pesar de sus limitaciones, la creatividad de nuestro Robinson Crusoe es excepcional, emprende la construcción de una choza de yagua y pencas de palma, siembra viandas, y teje su ropa con fibra de maguey y otras plantas. A estas alturas ya Enrique se había acostumbrado a su soledad de ermitaño, y para evitar que otro ser humano llegara hasta él, ideó y puso trampas para saber si alguien husmeaba a su alrededor. Comienza a salar sus alimentos sustituyendo la sal con trocitos de yagua verde.
Cocina conservando las brazas de fuego encendidas adentro de huecos que abría en la tierra los que cubría con hojas secas y ceniza. Fabricó una especie de almacén donde dentro de güiras secas, guardaba miel y la grasa o manteca de los animales que cazaba Sus pertenencias van en aumento debido a su gran laboriosidad, y ya cuenta con 17 posesiones entre bohíos y cuevas. Estaba asentado cerca del río Jatibonico del Norte que lo surtía de alimento y agua. Para no perderse en el tiempo y con admirable genialidad elabora un almanaque que constaba de pedacitos de ñame insertados por un hilo. Una perrita jíbara es su fiel acompañante.
Treinta años llevaba nuestro amigo en esta solitaria y extraordinaria vida sin asomarse siquiera a la civilización, aunque en los poblados vecinos hacía mucho que se hablaba de un “monstruo peludo” que vivía en los montes de la Sierra. Un día dos mujeres que trataban de cortar camino atravesando por el monte, se encuentran con él ¡el susto de las féminas fue descomunal! ¡Corren éstas como alma que lleva el diablo hasta llegar a Mayajigua!, allí prontamente relatan el espeluznante encuentro.
De esta forma se confirman las habladurías sobre “el solitario hombre peludo”. Un campesino de la zona se propone calmar los rumores sobre el: “monstruo peludo”, rumores que crecían exageradamente, y decide acercarse al “Pelú”. El lugareño era mulato y eso contaba a su favor. Enrique desconfiaba de los blancos creyéndolos españoles – pensaba que la guerra aún continuaba-.
Por tres años el campesino le coloca comidas y mensajes en distintos lugares, y entabla amistad con el ermitaño. Al fin lo convence de dejar el monte, y el 4 de junio de 1910, Enrique junto a su amigo y ante el asombro de los habitantes aparece en Mayajigua, peludo, sucio, maloliente, y vestido con tejido de fibras vegetales. En el transcurso de los días el asombro y la novedad, se convierten en burlas y acoso hacia el aturdido y desubicado ex soldado. Pero como siempre existen personas bondadosas, ésta ocasión no fue la excepción y solícitamente algunas familias lo acogieron en sus hogares. Primero que nada lo bañaron, lo vistieron y calzaron, como Dios manda, y se dice que el Pelú se desmayo al tomarse una sopa caliente.
Se propaga velozmente de un pueblo a otro el rumor de la aparición del “Pelú de Mayajigua” el que es reconocido plenamente por las autoridades como: Enrique de Jesús Rodríguez Pérez, combatiente del Ejército Libertador. Llega la noticia a oídos de un hermano del “Pelú” que vivía en Remedios. Éste se traslada a Mayajigua para ampararlo y llevarlo a vivir con él. Acostumbrado a luchar por su sobrevivencia en un ambiente solitario y hostil, y acostumbrado a una existencia colmada de aventuras, Enrique se deprimió en su nueva vida. Narran los que le conocieron que tristemente ocupaba sus horas tejiendo sentado en el suelo.
El tiempo fue pasando y su historia se perdió en el olvido, no sabemos como terminó sus días “El Pelú de Mayajigua”. Me atrevo a pensar que cansado de ésta monótona vida, y al primer descuido de sus parientes, nuestro héroe volvió a internarse en la manigua donde vivió feliz por el resto de sus días.
Fuente: http://cjaronu.wordpress.com/category/mitos-y-leyendas-cubanas/
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